LA SUERTE CONTRARIA

Cierren las redes y abran los bares

Dos personas que se han ido de juerga juntas se conocen, se respetan y negocian desde un lugar diferente

El rearme intelectual

El problema no es Sánchez, sino el sistema

José F. Peláez
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Narración por un asistente de voz

No hay nada que una tanto como una buena juerga. Sales de casa pensando que va a ser un día normal y cuando vuelves resulta que tienes un amigo nuevo, pero uno de verdad, de los de toda la vida, de esos a los que ... saludas con abrazo y beso. Porque yo a mis amigos los beso, qué le vamos a hacer. No lo puedo evitar, los veo y me sale del alma un beso a mitad del abrazo, como a mis hermanos. No es un beso directo, como el que puedo dar a mi hija en medio del moflete, sino una cosa algo simbólica, intuitiva, diría que ni siquiera llega a ser un beso. Es la intención de un beso, que, en realidad, es mucho más que un beso. Porque para darlo necesito que me importe tres narices lo que pueda pensar el resto. Las cosas son así: los hombres de verdad nos besamos. Y soy consciente de que la costumbre tiene algo como de artista, de gente del teatro, de esos tipos que firman más manifiestos que autógrafos.

Así que no hay nada que una tanto como una fiesta. Quedas con un amigo que tiene un amigo que, a su vez, ha quedado con otro. La cosa se complica y, cuando te quieres dar cuenta, estás cantando una de Sabina en un garito de El Viso con un tipo al que hace un par de horas no conocías de nada, pero que te cae bien, que te trae otra copa y que te trata con la confianza del que hubiera hecho contigo la mili en Regulares. Y, en realidad, esto es como hacer la mili. En cualquier caso, llega un momento en el que la confianza es extrema y cada uno sabe lo que tiene que hacer en cada momento, como si cada decisión fuera instintiva. Creo que tiene algo de ancestral, de colaboración atávica. En uno de esos días pasan muchas cosas, te ves en situaciones de debilidad, de neutralidad y de fortaleza; pasas pájaras, te toca confiar y también confían en ti. Bien pensado es una temeridad, porque el mundo está lleno de gentuza, pero qué le vamos a hacer, uno es como es y, como dice Fran Encinas, «al tigre nunca se le borran las rayas».

La noche termina y la vida sigue como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, que dice Sabina. Pero la siguiente vez que ves a esa persona surge la sonrisa. Habéis pasado muchas pantallas de golpe, así que vuelve el abrazo cómplice, el beso farandulero y la confianza. No sé cómo funciona el mundo de las mujeres, supongo que igual, pero, desde luego, el de los hombres es así: ese tipo ya es tu amigo. Bien, pues tenía yo un amigo de Nuevas Generaciones que decía que después de pegarse con los de Juventudes Socialistas negociando, después se iban de copas y se acaban haciendo amigos. Y la siguiente vez la negociación era igual de dura, pero más humana. Dos personas que se han ido de juerga juntas se conocen, se respetan y negocian desde un lugar diferente. Así que, si nuestros diputados tienen alguna intención de ponerse a trabajar y dejar de hacer el ridículo, les aconsejo que cierren las redes y abran los bares. Solo la humanidad nos salvará. Y no hay nada tan humano como dos personas que, durante unas horas, han tenido el valor de ser ellas mismas.

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